miércoles, 14 de junio de 2017

KIE

Cuando me pongo a pensar en mis desordenes de alimentación me asaltan varios conceptos que pueden funcionar como la madre de todos los males. Porque, poniéndonos serios, esta clase de locuras se comportan más como síntomas de un problema que poco tiene que ver con la comida en sí misma. Palabras como infancia, inocencia, envidia me invaden en cada reflexión que hago sobre mi propia locura, y es que cada uno de estos conceptos son los que han definido mi existencia y mis maneras y mis manías y mis dolores.


Infancia
Jamás viví una infancia real. Me la arrebataron tan fácilmente, con tan poca delicadeza que tengo vagos recuerdos de lo que es ser una criaturita; pero puede que hoy mismo parezca una persona adulta de aires infantiles, y eso no es más que una propia reacción de mi cabeza para protegerme de la cruel realidad de que nunca fui niña y entonces me monto un espectáculo de lo que yo creo que es tener algo de juventud. Y juventud también parece ser delgadez, y yo quiero imitar como se supone que se ve una niña: delgada, pequeña, bonita. Nunca fui esa niña, pero quizás con mucho esfuerzo logre recuperar el tiempo que he perdido.

Inocencia
Concepto conocido pero no experimentado. No recuerdo haber tenido algún rastro de aquello, pero para mí, en mi propia cabeza, eso es algo importante que es necesario mantener y/o recuperar. Como jamás existió, no tengo una respuesta para definir y encarnar un comportamiento inocente, entonces lo tiendo a asociar con la apariencia y nunca con actitudes porque al parecer lo gata de campo no se quita nunca.

Envidia
De todo, de todas. Ahora pensando en la envidia no puedo explicar de manera clínica, porque hasta a mí misma me cuesta procesar lo que significa para mí. Quizás dando ejemplos, pero me da vergüenza leerme el anhelo de ser de otra forma.
Mi envidia se alimenta con mi buena memoria y recuerdos de mierda, que sirven también para crear teorías conspirativas hacia mi salud mental. Por ejemplo, creo que sí existe una maldición de las ex flacas que me persigue hasta perforarme las últimas fibras de seguridad. Puede que mi egocentrismo juegue a mi favor en cuanto a que yo manejo muy bien que soy maravillosa y la mejor cosa que puede haber caído a la tierra de milagro en la vida de cualquier tipejo, pero cuando me hablan de las otras hueonas flacas me dan ganas de arrancarme la carne con las manos.
“todas mis ex son súper flacas”

ME VALE PICO.

En realidad no me vale pico, ojalá. Yo sí me valgo pico, y los 20 kilos que me quiero sacar de encima. Cualquiera puede ser flaca, perrita, y yo no voy a ser la excepción. 

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