Cuando
me pongo a pensar en mis desordenes de alimentación me asaltan varios conceptos
que pueden funcionar como la madre de todos los males. Porque, poniéndonos
serios, esta clase de locuras se comportan más como síntomas de un problema que
poco tiene que ver con la comida en sí misma. Palabras como infancia,
inocencia, envidia me invaden en cada reflexión que hago sobre mi propia
locura, y es que cada uno de estos conceptos son los que han definido mi
existencia y mis maneras y mis manías y mis dolores.
Infancia
Jamás
viví una infancia real. Me la arrebataron tan fácilmente, con tan poca
delicadeza que tengo vagos recuerdos de lo que es ser una criaturita; pero
puede que hoy mismo parezca una persona adulta de aires infantiles, y eso no es
más que una propia reacción de mi cabeza para protegerme de la cruel realidad
de que nunca fui niña y entonces me monto un espectáculo de lo que yo creo que
es tener algo de juventud. Y juventud también parece ser delgadez, y yo quiero
imitar como se supone que se ve una niña: delgada, pequeña, bonita. Nunca fui
esa niña, pero quizás con mucho esfuerzo logre recuperar el tiempo que he
perdido.
Inocencia
Concepto
conocido pero no experimentado. No recuerdo haber tenido algún rastro de
aquello, pero para mí, en mi propia cabeza, eso es algo importante que es
necesario mantener y/o recuperar. Como jamás existió, no tengo una respuesta
para definir y encarnar un comportamiento inocente, entonces lo tiendo a
asociar con la apariencia y nunca con actitudes porque al parecer lo gata de
campo no se quita nunca.
Envidia
De
todo, de todas. Ahora pensando en la envidia no puedo explicar de
manera clínica, porque hasta a mí misma me cuesta procesar lo que significa
para mí. Quizás dando ejemplos, pero me da vergüenza leerme el anhelo de ser de
otra forma.
Mi
envidia se alimenta con mi buena memoria y recuerdos de mierda, que sirven
también para crear teorías conspirativas hacia mi salud mental. Por ejemplo,
creo que sí existe una maldición de las ex flacas que me persigue hasta
perforarme las últimas fibras de seguridad. Puede que mi egocentrismo juegue a
mi favor en cuanto a que yo manejo muy bien que soy maravillosa y la mejor cosa
que puede haber caído a la tierra de milagro en la vida de cualquier tipejo,
pero cuando me hablan de las otras hueonas flacas me dan ganas de arrancarme la
carne con las manos.
“todas
mis ex son súper flacas”
ME
VALE PICO.
En
realidad no me vale pico, ojalá. Yo sí me valgo pico, y los 20 kilos que me
quiero sacar de encima. Cualquiera puede ser flaca, perrita, y yo no voy a ser
la excepción.