Odio todo, todo, todo, todo.
Odio tener tantas ambiciones y metas imposibles, deseos utópicos y complejo de omnipotencia.
Odio la inteligencia y la capacidad de empatía que me dieron mis padres con su crianza.
Odio esta belleza y sus aspiraciones perfeccionistas.
Odio este corazón acelerado -hablo de corazón porque tiene neuronas, percibe estímulos por sí mismo, no solo es una representación de la interioridad-
Odio esta cabecita impaciente y disconforme con todo.
Odio este mundo feo donde vine a nacer.
Odio amar leer.
Odio cansarme tan rápido de sentir tantas cosas que ni mi cuerpo ni mi cabeza aguantan.
Odio esta inquietud que me agarra desde el cuello.
Odio las palabras que penden de mi garganta.
Odio este fuego que me quema las entrañas.
Nadie podrá drenar de mi cuerpo la bilis negra que me inunda.
Nadie podrá apaciguar a este monstruo gimiente.
Nada podrá aliviar el dolor de mi pecho.
Nada podrá sacar esta daga.
Nada podrá llenar este pozo sin fondo.
Nada podrá calmar a esta mujer.
Nada podrá acompañar a esta niña.
Nada podrá abrigar mi corazón.
Nada podrá hacerme cambiar de opinión.
Nadie podrá escuchar estas quejas.
Nadie podrá escuchar estas quejas.
Nadie podrá escuchar estas quejas.
Nadie podrá leer esta carta de tregua.
Nadie podrá leer estas quejas porque las guardaré por siempre dentro de mi barco.
Nadie podrá más subirse a navegar con el capitán cobarde.
No saldrán palabras de esta boca roja.
-es chistoso que blogger no reconozca la palabra empatía, me la marca como si estuviera mal escrita-
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