domingo, 10 de enero de 2016

No estoy dispuesta a olvidar la débil caricia de una mariposa: la densidad de sus alas, lo mágico e irreal que era su vuelo alrededor de mi jardín, luego en él. De ese mínimo latido se desprendía una belleza incontrolable e irresistible.

Se extinguió debajo de ti lo más amargo y desgarrador, el grito de una mariposa.




[Pequeña edición ortográfica de algo que escribí el 2010, cuando tenía apenas 13-14 añitos. Maldita bastarda, siempre sintiendo y pensando las mismas cosas]



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