domingo, 17 de enero de 2016

He estado meditándolo bastante, pero mientras pienso el tiempo no se detiene para mí: mi herida está podrida.

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Estoy feliz de tener estas manos para escribir y esta cabeza completa, bien puesta sobre el cuello y con el cerebro calzado a la perfección dentro de mi cráneo; para escribir no necesito otra cosa.

Pobre de la gente que no es capaz de hilvanar una idea, de expresarla, de hacerse entender. Pobres gentes.

domingo, 10 de enero de 2016

No estoy dispuesta a olvidar la débil caricia de una mariposa: la densidad de sus alas, lo mágico e irreal que era su vuelo alrededor de mi jardín, luego en él. De ese mínimo latido se desprendía una belleza incontrolable e irresistible.

Se extinguió debajo de ti lo más amargo y desgarrador, el grito de una mariposa.




[Pequeña edición ortográfica de algo que escribí el 2010, cuando tenía apenas 13-14 añitos. Maldita bastarda, siempre sintiendo y pensando las mismas cosas]



Cuando ya iba por mi segundo día sin levantarme y con el mismo pijama cochino, me di cuenta de que la estaba cagando, que mi soledad tenía que ver con el poco cariño que le estaba dando a mi persona. 
Me puse a recordar aquellos tiempos en que el vacío existencial era latente en este ser, cuando me quedaba horas frente a esta pantalla viendo monos chinos y de vez en cuando esperando una llamada que jamás llegaría, pero que no perdía la esperanza en recibir por casualidad. Llegué a que mi única salvación fue peinarme, aprender a maquillarme a la perfección y vestirme lo mejor posible según los límites de mi propia autoestima... claro, esto suena a pura frivolidad, a estereotipos de belleza impuestos-heternonormados bajo intereses mercantiles; y efectivamente, pero dedicarme ese tiempo a cubrir este rostro con una máscara y tapar esta carne con un disfraz, y saltar a la calle me sirvieron para vencer la soledad. En cada paseo que daba durante esos días de verano, me acercaba más al encuentro conmigo misma; me servían también para olvidar un mal amor, y para encontrar uno nuevo que no apareció hasta que el kraken fue saciado con el cadáver de mi niña-yo.
Hoy, para que vuelva a la vida y pueda encontrar en el cariño la paz, he de asesinar a mi verdugo. Debo arrancarme yo misma la daga, como en aquel entonces, y sanarme con la sal que el viento siempre arrastra en los paseos por el borde costero. He de abrigarme en las miradas desconocidas, como un refugio de vanidad para este ego destronado. 


viernes, 8 de enero de 2016

Pobres ilusos aquellos que no creen en la existencia del kraken. Exististe porque late en este corazón, tiñe este mar con su maldición, mar en pena. Rompe con sus brazos infinitos las ramitas con que armé este barco.

Late en este corazón, mancha mis ojos con su tinta para dejarlos a oscuras.

miércoles, 6 de enero de 2016

Tus ojos son como un chocolate 100% cacao, o como tazas de café miradas desde arriba. El brillito es la espuma.

Así era.

domingo, 3 de enero de 2016

Es como si nadie recordara que somos personas: sentimos. Sentir tanto emborracha la psiquis y te deja en un estado intermedio, donde no sabes qué es real y qué no lo es.
No todas las personas estamos preparadas para llevar este tipo de vida tan ajetreada, con tantas cosas, con tanto ruido; como es mi caso particular. Yo no nací para vivir así, y es mi cuerpo el que no aguanta.

sábado, 2 de enero de 2016

Odalodio


Odio todo, todo, todo, todo. 
Odio tener tantas ambiciones y metas imposibles, deseos utópicos y complejo de omnipotencia.
Odio la inteligencia y la capacidad de empatía que me dieron mis padres con su crianza.
Odio esta belleza y sus aspiraciones perfeccionistas.
Odio este corazón acelerado -hablo de corazón porque tiene neuronas, percibe estímulos por sí mismo, no solo es una representación de la interioridad-
Odio esta cabecita impaciente y disconforme con todo.
Odio este mundo feo donde vine a nacer.
Odio amar leer.
Odio cansarme tan rápido de sentir tantas cosas que ni mi cuerpo ni mi cabeza aguantan.
Odio esta inquietud que me agarra desde el cuello.
Odio las palabras que penden de mi garganta.

Odio este fuego que me quema las entrañas.

Nadie podrá drenar de mi cuerpo la bilis negra que me inunda.
Nadie podrá apaciguar a este monstruo gimiente.
Nada podrá aliviar el dolor de mi pecho.
Nada podrá sacar esta daga.
Nada podrá llenar este pozo sin fondo.
Nada podrá calmar a esta mujer.
Nada podrá acompañar a esta niña.
Nada podrá abrigar mi corazón.
Nada podrá hacerme cambiar de opinión.
Nadie podrá escuchar estas quejas.
Nadie podrá escuchar estas quejas.
Nadie podrá escuchar estas quejas.
Nadie podrá leer esta carta de tregua.
Nadie podrá leer estas quejas porque las guardaré por siempre dentro de mi barco.
Nadie podrá más subirse a navegar con el capitán cobarde.

No saldrán palabras de esta boca roja.


-es chistoso que blogger no reconozca la palabra empatía, me la marca como si estuviera mal escrita-