martes, 5 de julio de 2016

JICDR 2



Te recuerdo sobre mí y me envuelve un sentimiento sobrecogedor e incontrolable: me agita, me quema, me rompe, me vuelve a armar y quedo igual que cuando comencé con el recuento del día; pero ahora con unas lágrimas a punto de escaparse por mis pestañas.

Créeme cuando te digo que no lo entiendo, que no entiendo que me haces cuando me miras que me dejas desnuda de piel y de carne. Hoy me tienes sin cáscara, desmenuzada y lista para ser probada por tus ojos una vez más.

Y otra
Y otra
Y otra

Lo que me revienta en alegría es sentir que a pesar de conocerte tanto, me sigues pareciendo extraño tantas veces… no un extraño-desconocido-temido al que uno no le recibe un dulce ni le toma la mano, no, sino que te miro como al juguete nuevo que se ha estado deseando tanto tiempo. Lo miras descansando en las vitrinas, lo deseas, lo consigues; pero el tiempo no pasa, todos los días repites la ecuación: te miro, te deseo, te consigo, te beso, te amo, te peino, te seco, te mojo, te lo arranco todo y te vuelvo a armar.

A ver, más sencillo para los pavos:
Te veo casi todos los días, pero no se ha perdido ese encanto, esa magia que te desborda cuando conoces a alguien nuevo que te encanta. Ya te conozco, pero todos los días vuelvo a repetir el café y la cerveza con sabor a cenizas, y el beso con sabor a sal.

Ahora que lo pienso, cada vez que te veo te encuentro los dientes menos amarillos.


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