lunes, 25 de abril de 2016

Mujer pálida y sonriente, pero jamás como yo. Nunca, nunca, nunca. Ni a la uña del dedo chico.

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Cuando dejas de comer inevitablemente te pones depresiva, como en un estado menstrual permanente, pero reglando lágrimas. Te da frío, terminas con los dedos azules y la cabeza hecha un nido de dudas, conflictos y reclamos; cada vez más congelada, como la reina de hielo que perdió sus pantorrillas.

Hoy, por ejemplo, cuando me duchaba para apaciguar el frío, fue que comprendí que el hielo no venía desde fuera, sino que de mi interior: el agua me quemaba la piel, me arrancaba capas inútiles encendiéndome las mejillas, pero no me abrigaba. Tiritando en pelota, en la ducha, sola con el agua tiritaba. ¡Caliéntate, corazón! 

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