lunes, 23 de noviembre de 2015

La contradicción.

Lamentablemente era todo una cosa de espacio, de ocupar tanto espacio.
Es cosa de que deseo ser tan mínima que nadie pueda percibirme.

Incómoda dentro de mi propia piel, sacrificando el trozo de cordura que nunca tuve.

A veces es lo único en mi cabeza.

No hay más en esta cabecita trastornada.

¡Tan inteligente, pero tan tonta!

Apáguenme los ojos.

Pero no tiene cordura aquel que no se ve a sí mismo, quien no es capaz de percibir la realidad, quien la confunde y la destroza.

Me maquino en la cabeza el mañana: números, números, frío, números, huincha, números, dolor de cabeza, desesperanza, desesperación, paciencia, impaciencia, frío.

Que me arrancaría la carne de ser posible. Me destrozaría trocito a trocito las fibras de la piel, me destrozaría cada grieta indeseada, cada arruga juvenil, cada rastro de indecencia, cada toque, cada burla, cada golpe, cada grito, cada llanto, cada abuso, cada primo, cada te odio, cada mentira, cada miedo, cada locura.

Y lo volvería a pegar en su lugar, porque esta soy yo: café bien cargado, sexo, sexo, sexo. Sexo nomás. Café conversado y de risas, agua caliente; después el miedo y la enfermedad.

La contradicción.

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