¡Siento ensancharse en mi ser un abismo abierto; este abismo es mi corazón!
¡Ardiente como un volcán, profundo como el vacío!
Nada saciará a este monstruo gimiente
y no refrescará la sed de la Euménide
que, la antorcha en mano, le quema hasta la sangre.
Que nuestras cortinas cerradas nos separen del mundo,
y que la lasitud conduzca al reposo.
¡Quiero aniquilarme en tu garganta profunda,
y encontrar sobre tu seno el frescor de las tumbas!
Baudelaire, Las flores del mal, Delfina e Hipólita (fragmento)
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