A veces nos quedamos mirando como
si las respuestas estuvieran pegaditas entre nuestras cejas, bien estancadas a
las raíces de los mini-pelos que se nos cuelan entremedio, adornando el
terreno de piel que pretendemos baldío. Yo te sigo mirando a través de mis
párpados cerrados por la vergüenza: te imagino las olas de risa que te brotan
por la boca y los ojos, te imagino también las margaritas muertas de hambre.
Y te imagino cagado de sueño atrás mío esperando que termine de editar la entrada para que nos acostemos. Te imagino no alcanzando a leer esto, te imagino leyéndolo. Te imagino arreglándote el pelo mientras suspiras, te imagino.
Te miro.
Chau.
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