Cuando era niña jamás pensé que crecería como una de esas personas que parecen quebrase a cada paso que dan. Nunca pensé convertirme en un vidrio delgado y viejo, que ni aguanta el viento, mucho menos los rasguños ni la tempestad.
Pasan los segundos, y más rota. Cada silbido me destroza, cada mirada, cada palabra.
Solo falta un golpe de gracia para que mi pronóstico se cumpla: la crisis. El huracán cobarde.
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