Cuando desperté en la mañana me sentía exactamente como un
durazno, de esos que vienen con el cuesco roto. Al primer mordisco te atasca la
lengua en la grieta que divide el corazón de la fruta; que entre lo dulce y lo
áspero esconde una almendra de madera mojada, ni tan dura ni tan blanda.
Cuando me dormí en la noche me sentía exactamente como el
cuesco roto de un durazno: de madera, sin carne y con una almendra.